Publicado el 14/10/2015
Categoría: Salud
El valor de las emociones

Cada instante experimentamos algún tipo de emoción o sentimiento.

Nuestro estado emocional varía a lo largo del día en función de lo que nos ocurre y de los estímulos que percibimos. Otra cosa es que tengamos siempre conciencia de ello, es decir, que sepamos y podamos expresar con claridad qué emoción experimentamos en un momento dado. Hay individuos que son excelentes profesionales pero en determinado momento sus emociones sabotean su trabajo y se preguntan por qué se sienten así.

 

Habitualmente se entiende por emoción una experiencia multidimensional con al menos tres sistemas de respuesta:

 

 

Cognitivo/subjetivo, Conductual/expresivo y Fisiológico/adaptativo.

 

 

Cualquier proceso psicológico conlleva una experiencia emocional de mayor o menor intensidad, y de diferente cualidad. Podemos convenir que la reacción emocional. Desde el surgimiento de la psicología científica ha habido sucesivos intentos por analizar la emoción en sus componentes principales que permitieran tanto su clasificación, como la distinción entre las mismas. Quizá la más conocida sea la teoría tridimensional del sentimiento de (Wunt 2006) que defiende que éstos se pueden analizar en función de tres dimensiones: agrado-desagrado; tensión-relajación y excitación-calma. Cada una de las emociones puede entenderse como una combinación específica de las dimensiones que hemos mencionado de diversa cualidad y magnitud, es algo omnipresente a todo proceso psicológico.

 

 

Funciones de las emociones:

Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permite que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello con independencia de la cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la adaptación social y el ajuste personal.

 

La emoción tiene tres funciones principales:

    1. Funciones adaptativas
    2. Funciones sociales
    3. Funciones motivacionales

     

    Funciones adaptativas. Quizá una de las funciones más importantes de la emoción sea la de preparar al organismo para que ejecute eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello, así como dirigiendo la conducta (acercando o alejando) hacia un objetivo determinado. Por ejemplo el miedo la protección, la alegría la reproducción, la tristeza la reintegración, la ira la destrucción. (Choliz 2005)

     

    Funciones sociales. Puesto que una de las funciones principales de las emociones es facilitar la aparición de las conductas apropiadas, la expresión de las emociones permite a los demás predecir el comportamiento asociado con las mismas, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal, destaca varias funciones sociales de las emociones, como son las de facilitar la interacción social, controlar la conducta de los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos, o promover la conducta pro social. Emociones como la felicidad favorecen los vínculos sociales y relaciones interpersonales, mientras que la ira pueden generar repuestas de evitación o de confrontación. De cualquier manera, la expresión de las emociones puede considerarse como una serie de estímulos discriminativos que facilitan la realización de las conductas apropiadas por parte de los demás.

     

     

    Funciones motivacionales: La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se trata de una experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características de la conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada.

    Una conducta «cargada» emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como ya se ha comentado, la emoción tiene la función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera facilita las reacciones defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos novedosos, etc. Por otro lado, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la evitación del objetivo de la conducta motivada en función de las características de la emoción.

    La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda conducta motivada se producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas conductas motivadas y no otras.

     

    Hay que aprender a conocer y manejar nuestras emociones, para eso se necesita desarrollar inteligencia emocional.

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