Publicado el 01/12/2022
Categoría: Cultura
El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA) lidera e inspira al mundo para hacer realidad su meta global de cero nuevas infecciones por el VIH, cero discriminación y cero muertes relacionadas con el sida. ONUSIDA aúna los esfuerzos de 11 organizaciones de las Naciones Unidas (ACNUR, UNICEF, PMA, PNUD, UNFPA, UNODC, ONU Mujeres, OIT, UNESCO, OMS y Banco Mundial) y trabaja en estrecha colaboración con asociados mundiales y nacionales para poner fin a la epidemia de sida para el 2030 como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Queridos amigos:

Les mando saludos desde Tanzania en este Día Mundial del Sida. 

Hoy debemos rendir homenaje a los más de 40 millones de vidas que se han perdido por el sida. También es el momento de hacer balance de la respuesta al sida y de comprometernos, de verdad, a poner fin al virus. 

Esta misma semana hemos lanzado un nuevo y poderoso informe, Desigualdades peligrosas. A lo largo de sus páginas, buscamos llamar la atención del mundo hacia una realidad dolorosa: a día de hoy no vamos por buen camino para poner fin al sida para 2030, y la razón es la desigualdad. 

Sin embargo, también hay buenas noticias: si instauramos la igualdad, lograremos acabar con el sida.

En primer lugar:

Debemos lograr la igualdad de las mujeres y las niñas para reducir sus riesgos respecto del VIH.

En el África subsahariana, las niñas adolescentes y las mujeres jóvenes tienen tres veces más probabilidades de infectarse con el VIH que los niños y los hombres de la misma edad. Y solo hay un porqué: la desigualdad.

El hecho de permitir que las niñas permanezcan en la escuela hasta que completen la educación secundaria reduce su vulnerabilidad a la infección por el VIH hasta en un 50 %. Y cuando incluimos una educación integral sobre sexualidad y otras medidas para la capacitación de las niñas, es evidente que su riesgo se reduce aún más. Precisamente por eso, 12 países africanos han aunado esfuerzos en la iniciativa Education Plus, que cuenta con el apoyo de las Naciones Unidas.

Aparte de esto, debemos combinar los servicios para la salud sexual y reproductiva y los servicios para prevenir y responder tanto a la violencia sexual y de género como al VIH. 

Deben estar diseñados de tal manera que funcionen para todas las mujeres y niñas, en toda su diversidad.

En segundo lugar:

Debemos lograr la igualdad de las personas marginadas. 

La discriminación contra las personas marginadas está perjudicando gravemente la respuesta al VIH. En todo el mundo, los gais y otros hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres tienen 28 veces más probabilidades de vivir con el VIH que la población general. Asimismo, las personas que se inyectan drogas corren 35 veces más riesgos; los trabajadores sexuales, 30 veces más, y las mujeres transgénero, 14 veces más.

No lograremos poner fin al sida hasta que seamos capaces de erradicarlo en todo el globo. 

La evidencia habla por sí sola: solo al descriminalizar, la gente se acercará a los servicios. La descriminalización salva vidas.

Permítenme que les muestre dos ejemplos:

África: 

En Sudáfrica, donde las relaciones sexuales entre personas del mismo género son legales, los gais tienen un 60 % más de probabilidades de vivir con el VIH, pero en Uganda, donde los gais sí son criminalizados, tienen un 240 % más de probabilidades.

Asia

En Tailandia, país en el que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo también son legales, los gais tienen 11 veces más probabilidades de vivir con el VIH que otros hombres. Por su parte, en Malasia, donde los gais son criminalizados, estos tienen 72 veces más probabilidades.

Y aquí vienen las buenas noticias: existe un impulso creciente desde Asia hasta África, pasando por el Caribe, que urge a descriminalizar las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. En los últimos años, se ha logrado ya en Angola, Bután y Botsuana. Y solo en los últimos meses, en St. Kitts y Nevis, Singapur, Antigua y Barbuda. En 68 países, estas leyes siguen existiendo. Dejemos atrás en la historia todas estas leyes dañinas y coloniales. 

Al margen, no solo debemos esforzarnos por discriminalizar, sino que también hemos de luchar contra el estigma. 

El estigma refleja de qué manera la sociedad sentencia a las personas por ser quienes son. Y mata.

Debemos acabar con el estigma hacia las personas que viven con el VIH y las comunidades marginadas. Y para ello necesitamos la colaboración de todos y cada uno de los líderes: líderes políticos, líderes confesionales, líderes tradicionales y líderes culturales. Unámonos todos. Démonos más. Trabajemos por la igualdad. 

En tercer lugar:

Si hay una desigualdad que me rompe el corazón especialmente, es aquella que afecta directamente a los niños que viven con el VIH. Teniendo en cuenta los avances científicos con que contamos hoy en día, ningún bebé debería nacer con el VIH y ningún niño seropositivo debería estar sin tratamiento. Lamentablemente, en la actualidad, aunque tres cuartas partes de los adultos que viven con el VIH están en tratamiento, solo la mitad de los niños lo están. Y esto es intolerable.

No permitiremos que esta realidad vergonzosa y esta injusticia evitable continúen. Por este motivo, las Naciones Unidas, los socios internacionales, la sociedad civil y los Gobiernos de los 12 países con la mayor carga se han unido para dar forma a la Alianza Mundial para poner fin al sida infantil. Estamos moviéndonos y avanzando. Tanzania organizará el lanzamiento oficial a principios del próximo año.

Por último, y de manera crucial:

Para poner fin al sida, debemos abordar las desigualdades existentes en el acceso a los recursos.

La crisis de la COVID-19 y la guerra en Ucrania han aumentado la desigualdad en todo el mundo. Día tras día, los países del G20 reciben 136 millones de dólares en reembolsos de deuda procedentes de los países pobres del sur.  Mientras tanto, en estos países, los reembolsos de deuda suponen 4 veces más que su gasto en salud, y el doble de lo que gastan en educación.  

En medio de una crisis de deuda, de la austeridad y la desigualdad que afecta a los países en desarrollo, algunos países ricos han reducido la ayuda que destinaban a la salud mundial e incluso están sopesando recortes aún más profundos.

Y eso no está bien. Este no es el momento de dar un paso atrás, es el momento de ayudar, y de hacerlo cada vez más.

Recuerden que, gracias a la solidaridad internacional, hemos logrado reducir las desigualdades en la financiación. Y no solo eso, también hemos conseguido avances increíbles contra el sida, entre los que destacan el adherir a más de 28 millones de personas al tratamiento que salva vidas. Y somos nosotros los que debemos llevar a cabo ese trabajo. 

En el Día Mundial del Sida, ONUSIDA se une a las personas que viven con el VIH y a las comunidades de todo el mundo en un llamamiento compartido a la acción: Trabajemos por la igualdad.

Igualemos el acceso a los derechos, el acceso a los servicios, el acceso a los recursos y el acceso a la mejor ciencia y a la mejor medicina. Solo así lograremos acabar con el sida

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