Publicado el 01/10/2018
Categoría: Estilo de Vida

Las relaciones afectivas son parte de nuestra historia y nos ayudan a construir al ser humano íntegro en un contexto social y personal. Las primeras relaciones afectivas son fundamentales en la vida, sin discusión, son: nuestros padres, aquellos que marcan las pautas de nuestra vida adulta. No podemos dejar a un lado a los hermanos, amigos que son parte de nuestra trayectoria y posteriormente, a la pareja y los hijos.

Como lo afirma Barrull, González y Marteles (2000), el afecto es una necesidad primaria como un recurso del entorno para poder sobrevivir, su ausencia produce trastornos y no puede sustituirse de ninguna otra forma. Otros como Steven Kotler (2009), cuestiona de manera peculiar con preguntas como:

  • ¿Qué tanto afecto es normal?
  • ¿Cuánto tiempo pasamos en contacto unos con otros?
  • ¿Cuál es nuestro estado natural de afecto?
  • ¿Cuál sería el retorno a ese estado para nuestra especie?

Existe también la visión de la psicopatología, que afirma que la ausencia de la solidez de estas relaciones afectivas a una edad temprana, resulta en una incapacidad para establecer relaciones normales y amorosas posteriores con los demás (Wood, 2005).

Ante todo, las relaciones afectivas son esa base emocional importante que nos ayudan al enfrentamiento con la adversidad, cualquiera que esta sea. Como lo podemos observar en el estudio Experiencias vividas de madres que tienen un hijo con labio leporino y paladar hendido (Alarcón, Whetsell, Cadena, Yañez, Reyes, & Santamaría, 2011), malformación facial del hijo; que convierte a la madre en un cuidador primario, aunque toda la familia se ve involucrada en la experiencia. El apoyo emocional es uno de los elementos más importantes ante el constante stress de la crianza, el efecto del cuidado y compromiso, que repercute en el menor y en su adaptación social, pero ¿Cómo se construyen estas relaciones afectivas?

Uno de los autores más reconocidos en esta área, es sin duda John Bowlby, con la Teoría del Apego, que le da relevancia al vínculo que se forma entre la madre y el niño en los primeros años de vida.

Bowlby, fue influenciado por varios autores: Un antecedente importante, se encuentran en los estudios del premio Nobel Konrad Zacharias Lorenz, quien estudia desde su ambiente natural, el aprendizaje de las crías de ganso. En este comportamiento, estudia el reconocimiento y vínculo con los padres (The Nobel Foundation, 1974), donde afirma que este tipo de conductas de apego son producto de la evolución y las denominó impronta (Rice, 1997); y las investigaciones de Harry Harlow (1958), que estudió la crianza y la privación afectiva sobre el comportamiento de crías de monos Rhesus, que son alejados de su madre biológica y son sustituidas por dos madres artificiales, denominadas “madres subrogadas”: una de metal con un biberón y otra de felpa y sin alimento. Encontró (aunque el estudio es amplio) que en general los monos, no se acercaban tanto a la madre que les daba comida, más bien a la que les proporcionaba seguridad.

La teoría del apego, explica la formación, desarrollo y pérdida de los vínculos afectivos desde el nacimiento hasta la muerte; para ello lo respaldan conferencias y escritos de 1956 hasta 1976. Escritos que van desde la construcción de sus principios teóricos hasta implicaciones y criterios terapéuticos (Bowlby, 2003). En su primera obra: Maternal care and metal health (Bowlby, 1951) encargada por la OMS, afirma que la privación del cuidado materno es un importante determinante en la salud mental del niño.

John Bolwby, afirma que nacemos sin ningún apego y que durante los primeros seis meses de vida del niño, son bastante amplios; es después de este período, que los apegos se vuelven más específicos con la persona que lo cuida (madre, padre y/o niñera), así, el niño se molesta si es abandonado con personas desconocidas. Esto no implica sólo el cuidado, sino un vínculo emocional que se establece entre la madre y el hijo, por la exposición olfativa y de visión entre ambos (Rice, 1997).

El apego, presenta tres elementos fundamentales en el proceso (Bowlby, 1997):

  • Sintonía: La armonía entre el estado interno de los padres y de los hijos, alcanzado cuando unos y otros comparten de manera continua las señales no verbales.
  • Equilibrio: La sintonía con el estado de los padres permite a los hijos equilibrar sus propios estados corporales, emocionales y mentales.
  • Coherencia: Es el sentido de integración que alcanzan los niños en relación con los adultos cuando experimentan conexión interpersonal e integración interna.

El apego, presenta fases para el desarrollo del vínculo afectivo:

  • Fase de preapego. Abarca desde el nacimiento hasta las seis primeras semanas aproximadamente. Reflejos innatos.
  • Fase de formación del apego. Abarca desde las seis semanas hasta los seis meses de edad. El niño orienta su conducta hacia la madre
  • Fase de apego propiamente dicha. Este periodo está comprendido entre los 6-8 meses hasta los 18-24 meses. El vínculo afectivo hacia la madre es tan claro y evidente que el niño suele mostrar gran ansiedad y enfado cuando se le separa de ella.
  • Formación de relaciones recíprocas. De los 18-24 meses en adelante. Aparición del lenguaje y la representación mental de la madre.

El vínculo madre-hijo sirve como una base segura para la exploración, que se deriva en otros tipos de apego (Bowlby, 1985).

  • Apego seguro: Se caracteriza porque los niños lloran poco y se muestran contentos cuando exploraban en presencia de la madre.
  • Apego inseguro-evitativo: Los niños se muestran independientes en la Situación del Extraño. En este caso, cuando estos niños en la Situación del Extraño comprenden que no pueden contar con el apoyo de su madre, reaccionan de forma defensiva y adoptan una postura de indiferencia.
  • Apego inseguro-ambivalente: Estos niños se muestran muy preocupados por la madre y apenas exploran la Situación del Extraño. El niño se encuentra entre la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de mantenimiento de contacto.

La falta de fortalecimiento en las relaciones afectivas primeras, para el desarrollo del apego, influye en conductas posteriores ante el enfrentamiento de la adversidad, como pueden ser: el miedo, la evitación, la agresión, dependencia, ansiedad y angustia.

Según los estudios realizados en la Universidad de Buenos Aires (Brenlla, Carreras, & Brizzio, 2001), en los adultos, los vínculos de apego se distinguen de los niños porque existe diferencia en el sistema de conductas del adulto al ser recíproco y no de rol de cuidador, manifestándose en los roles de: seguro, ansioso, evitativo y temeroso; con sus consecuentes alteraciones en el comportamiento.

Es así que el fortalecimiento de las relaciones afectivas de los primero años de vida, implica el desarrollo sano de los afectos en un equilibrio entre la fortaleza e independencia de parte de los padres que repercutirá en niños y adultos con mayores herramientas para enfrentar la adversidad, cualquiera que esta sea.

Bibliografía

Alarcón, N., Whetsell, M., Cadena, F., Yañez, B., Reyes, A., & Santamaría, Y. (2011). Experiencias vividas de madres que tienen un hijo con labio leporino y paladar hendido. Desarrollo científico de enfermería , 19 (5), 166-170.

Barrull, E., González, P., & Marteles, P. (2000). El afecto es una necesidad primaria del ser humano. Recuperado el 3 de Julio de 2011, de Biopsychology.org: http://www.biopsychology.org/biopsicologia/articulos/afecto_necesidad_primaria.htm

Bowlby, J. (1997). El Apego (El Apego y la Perdida). Madrid: Paidós .

Bowlby, J. (1985). La separación afectiva. Barcelona: Paidos.

Bowlby, J. (1951). Maternal care and mental health: a report prepared on behalf of the World Health Organization as a contribution to the United Nations programme for the welfare of homeless children. Geneva: World Health Organization.

Bowlby, J. (2003). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.

Brenlla, M. M. (2001). Evaluación de los estilos de apego en adultos. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires.

Harlow, H. (1958). The Nature of Love. American Psychologist (13), 673-685.

Kotler, S. (2009). How Much Affection Is Normal? Recuperado el 3 de julio de 2011, de Psychology Today: http://www.psychologytoday.com/blog/the-playing-field/200905/how-much-affection-is-normal

Rice, P. (1997). Desarrollo humano: Estudio del ciclo vital. Pearson Educación.

The Nobel Foundation. (1974). Autobiography of Konrad Lorenz . Recuperado el 3 de Julio de 2011, de http://nobelprize.org/nobel_prizes/medicine/laureates/1973/lorenz-autobio.html

Wood, M. (2005). Reactive Attachment Disorder: A Disorder of Attachment or of Temperament? Recuperado el 3 de Julio de 2011, de Personality Papers: http://www.personalityresearch.org/papers/wood.html

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