Publicado el 26/09/2017
Categoría: Cultura

Entrevista imaginara al pintor y cartelista postimpresionista Henri de Toulouse-Lautrec (1864.1901)

 

La vida da tantas vueltas como las aspas de un molino. Pero sin importar en qué parte de la rueda estés, debes tener por seguro que en Moulin Rouge, en el barrio francés de Montmartre, siempre habrá luces, espectáculo, y lo más importante: el can-can.

Tal vez esta sea la razón por la que el famoso Toulouse-Lautrec decidió vivir ahí, fuera de las altas esferas a las que pertenecía, para poder vivir una vida de arte y color, en el año de 1884.

Por eso, he decidido viajar al mismísimo Moulin Rouge, en el año de 1886, para conocer a uno de los grandes pintores de la época, que a pesar de tener picnodisostosis, una enfermedad que inhibe el crecimiento de los huesos, logró grabar su nombre en la historia del arte.

Ahí está él, sentado en una mesa, rascándose su tupida barba y subiendo las gafas que se resbalan sobre su nariz. No es necesario que lo llame, él va a mi encuentro y me pide que me siente junto a la ventana, para que pinte un retrato mío mientras platicamos sobre su vida.

 

Cuéntame, Toulouse, un poco sobre tu infancia.

¿Qué no ves que sigo siendo un niño? Sólo bromeaba. Puedo empezar ésta conversación diciendo que yo nací en un castillo lleno de aristócratas, entre ellos los primos Alphonse de Toulouse-Lautrec-Monfa y Adèle Tapié de Celeyran, quienes resultan ser mis padres.

En fin, cuando era yo muy pequeño, creo que tenía 10 años, se manifestó en mi persona una extraña enfermedad en mis huesos, los cuales se hicieron muy débiles, y eso me impidió crecer más y me quedé con mi estatura actual: 1.52 metros.

 

Y ¿cómo te iniciaste en la pintura?

Debo admitir que me crié principalmente con mi amada madre, y ella fue quien me apoyó, junto con mi tío Charles, para mudarme a París y cumplir mi sueño: el convertirme en un pintor.

Así empecé a tomar clases con importantes artistas, como Léon Bonnat y Fernand Cormond, y me he inspirado en mi gran amigo Vincent van Gogh. Pero debo de contarte, soy pequeño pero muy hábil con la pintura y he desafiado convencionalismos que me enseñaron en las escuelas de arte.

Por eso, a diferencia de casi todos los artistas de por aquí, que suelen pintar paisajes, yo me divierto más pintando lugares cerrados para poder jugar con las luces y los colores, dibujando al pueblo, quien es quien vale la pena ser retratado.

 

¿Por qué decidiste venir al barrio de Montmartre?

En primera deberías de saber que por aquí es un área roja, llena de bailarinas, burlesque y espectáculos bohemios. Por aquí, todos son raros ¡Deberías de ver a los personajes que trabajan por aquí en las noches!

¡Esa es la razón de que haya elegido este maravilloso lugar! No me siento discriminado por todos eso señores de sociedad como mis padres. Aquí nadie se fija en mi estatura, sino que se fijan en mi arte y mi pensamiento.

No es que pase desapercibido, porque he de decirte que casi nunca podría pasar eso, sino que la gente tiene otras cosas en qué pensar. Aparte, justamente es en Montmartre donde puedo ver a los dos mundos: al barrio de comediantes fantásticos, odiados por la gente poderosa. Y al mismo tiempo puedo ver a esos señores adinerados, hipócritas, disfrutar los vicios que repudian en secreto.

 

¿Cómo han influenciado tus experiencias a tu obra?

Mira, nadie puede negar que soy muy feo, ¿pero eso qué más da? ¡La vida es hermosa! ¡Eso es lo que cuenta!

Lo que quiero plasmar en mi obra es la belleza del bajo mundo, mostrar una vida de espectáculo infinito, noches estrelladas, artistas y bellas mujeres que viven en plena libertad. Por eso mismo, no sólo me dedico a la pintura. Muchos locales de por aquí me piden que haga carteles para sus bohemios locales, como el Moulin de la Galette, el Chat Noir y el  mismísimo Moulin Rouge.

 

Pero bueno, es tiempo de irme. Ya acabé tu retrato. Te dije que era un pintor muy hábil…. sin más, el artista dejó una moneda sobre la mesa de la cafetería y salió corriendo del lugar, bajo el sol del atardecer de ese día.

 

La vida de Toulouse fue trágica, y estuvo marcada por el alcoholismo y demás enfermedades, comunes en el mundo en el cual se desarrollaba. Después de estar en un sanatorio mental, murió el 9 septiembre de 1901, postrado en su cama, en la casa de su madre en Burdeos. Pero si algo nos queda claro es que este hombre terminó siendo un icono para la pintura, ya que por medio de la pintura logró plasmar su pensamiento, al igual que los valores de toda una época.

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