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Publicado el 19/05/2018
Categoría: Cultura

Hola mi nombre es Pamela, soy parte de una pequeña familia formada por 4, mi esposo Jesús, mi hija Renata y mi hijo Matías. La maternidad por mucho es un reto constante, por eso dicen: Para el mundo eres una madre, para tu familia eres el mundo; hablaría de mis dos hijos por días eternos, pero esta vez voy a enfocarme sólo en Mat.

 

Matías ha sido un niño lleno de sorpresas (unas amenas otras no tanto) desde el sexto mes de gestación cuando el Doctor dijo “algo no está bien… hay algo que no debe de estar”, esas palabras retumbaron en mi ser de tal forma que al salir de la consulta con un reporte de meningocele, lo único que pude hacer fue investigar qué significaba esa palabra y fue ahí donde me entere que existen muchos tipos de malformaciones, unas más complejas que otras y me encontré con el MIELOMENINGOCELE y rogué que no fuera ese el diagnóstico final de Matías, después de haber leído la información en internet , lo siguiente fue darme a la tarea de conseguir que Matías llegará al mundo en las mejores condiciones posibles para no tener secuelas muy severas del “problemita” que aún seguía sin saber cuál era en realidad.

 

 

Y así fue cuando un 25 de noviembre del año 2015, Matías llegó a este mundo a las 17:10 horas… después de escucharlo llorar mi pregunta siguiente fue… y el “defecto” ¿cuál es? Y me respondieron: MIELOMENINGOCELE, recuerdo que a pesar de la anestesia las siguientes preguntas fueron ¿se rompió? Y me respondieron: NO – ¿él está bien? Sí… entonces respiré tranquila y me dormí.

Al despertar de la anestesia, se me informa que Mat entraría a su cirugía (mieloplastía) a las 9:00 horas del 26 de noviembre y ahí caí en cuenta que la vida con este pequeño torbellino nunca sería tranquila; espere ansiosamente que se me informará que sucedía, pero los informes no llegaban, así que me levanté y fui al cunero y justo cuando llegué a la puerta, Matías iba entrando y me dijeron salió todo bien… y en mi cabeza sólo estaba una pregunta ¿Qué es bien?

La estancia en el hospital duró aproximadamente 1 mes entre ir y venir a las visitas 3 veces al día, un mes en que le rogaba a Dios que la operación no terminará (entre otras cosas) en la colocación de una válvula y algo bueno he de haber hecho en la vida que Dios me escuchó, un mes de escuchar a las enfermeras decir: “su hijo es un león” come bastante bien y a sus horas, un mes de estar lejos de mi hija Renata, un mes conociendo a más mamás que como yo esperaban con ansias el “alta” de sus hijos después de muchos meses de estar en el hospital, un mes rogando todos los días que Mat no necesitará más operaciones como sus demás compañeros de cuarto con el mismo diagnóstico , un mes mostrando una sonrisa a las otras mamás y desbaratándome en llanto delante de un pequeño “pedacito de carne”, un mes diciéndole todo va a estar bien, cuando a veces ni yo misma lo creía, un mes en el que descubrí que siempre hay que estar en pie aunque el alma esté de rodillas.

 

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