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Publicado el 11/06/2018
Categoría: Cultura

Mucho se ha escrito acerca del término resiliencia, concepto que significa a grandes rasgos la capacidad de una persona para superar circunstancias traumáticas y convertirlas en fuerza motora de vida.

 

Sin embargo, lo anterior no es tan simple como parece, la vida nos reta constantemente con pruebas muy duras, algunas de ellas tan inesperadas que pueden encontrarnos con la guardia baja, es entonces cuando tenemos que aprender a ser humildes y buscar a alguien que nos brinde una mano, y más importante, un buen par de oídos. Este texto trata por tanto de la importancia de ser buenos oyentes cuando se nos requiera.

 

 

Tanto el desahogarse como el escuchar son las dos caras de un acto de humildad.

 La importancia de escuchar puede ser la diferencia entre el que una persona se encierre en su tristeza o pueda acceder a su fuerza de carácter, la cual todos tenemos, pero necesitamos a veces un “pequeño empujón” para liberarla. Al aceptar escuchar la problemática de alguien no sólo ayudamos a esa persona, sino que se pueden evitar un sin número de repercusiones que afectan también a los allegados y seres queridos de la persona que nos pide ayuda.

 

La escritora Estadounidense Marilynne Robinson, plasma en su libro Vida hogareña, precisamente las profundas repercusiones que se pueden dar al no poder explayarnos

con alguien, reprimiendo el intenso deseo de hablar; y al mismo tiempo el no estar dispuestos a escuchar al que intenta “abrirse”. Vida hogareña retrata la vida de una familia que se ve marcada por una pérdida y tragedia inesperada, la cual fuera de superarse se convierte en la piedra angular de tres generaciones. Una vida hogareña inacabada que desemboca en una decisión, casi existencial, de uno de los personajes más jóvenes, que decide olvidar recordando (sí, así como suena), al grado que lo único que queda es la presencia de lo perdido.

 

Y todo eso se podría haber evitado si tan sólo la matriarca de la familia hubiera podido abrirse y expiar su dolor, ser más que el excesivo desapego de su personalidad. Si bien el desapego puede ser positivo para “viajar ligero” por la vida, cabe aclarar también que no tiene nada de malo sentir afecto y por ende empatía por alguien, mucho mejor el demostrarlo. El convertirnos en buenos oyentes es por tanto y de nueva cuenta un acto de humildad, y sí, 100% de afecto.

 

Lo invito querido lector a convertirse en un buen oyente, otórguese esa oportunidad, hay personas que necesitan ser escuchadas, al igual que usted lo necesitará algún día.

 

Cita bibliográfica

MARILYNNE ROBINSON, Vida hogareña, primera edición: marzo 2006. Barcelona, editorial Galaxia Gutenberg.

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