«No necesitas ver para tomar fotografías. Mis ojos están en mi corazón.»
Se trata de Joao Maia, un brasileño que se ha convertido en la sensación de los Juegos de Río, pero no como deportista. Maia logra, a todas luces, lo improbable: tomar fotografías de algo que no ve. Su capacidad para hacerlo la resume él mismo, citado por AFP, en una frase tan sencilla como profunda:
«No necesitas ver para tomar fotografías. Mis ojos están en mi corazón”.
Joao tiene 41 años, pero perdió su visión a los 28 años, víctima de una inflamación ocular denominada uveitis. El triste camino para llegar a la ceguera que tiene hoy duró cerca de un año, y desde entonces apenas logra ver algunas sombras, formas y colores si está lo suficientemente cerca, indica India Times.
Soy ciego de un ojo, y con el otro solo reconozco figuras borrosas. En la pista soy un ciego”, dijo citado por Veja.
Por supuesto, un ciego que supera sobradamente las adversidades no quiere que sientan lástima por él. “No quiero ser visto como el cieguito, con lástima, sino como un fotógrafo”, declaró antes del inicio de los Paralímpicos.
Pero la pregunta clave del asunto es esta: ¿cómo trabaja un fotógrafo que no tiene el sentido elemental para desempeñar su labor?
Desde la adolescencia, la fotografía ha sido una pasión para Joao. En esa época, incluso, hacía cursos por correspondencia. “Estudié mucho, me especialicé. La fotografía es para todos”, dijo. Eso, sin embargo, no dice mucho sobre su trabajo en la práctica. Sí lo hace la descripción de su técnica:
Cuando estoy lo suficientemente cerca, siento los latidos del corazón de los corredores y sus pasos, y es entonces cuando estoy listo para tomar la fotografía. Pero con el ruido y la distancia me resulta difícil”, contó a AFP.
De manera que es su oído tan agudo el que complementa -o reemplaza- el sentido de la vista, que, en apariencia, es imprescindible para ejercer este oficio.
Antes de llegar a los Paralímpicos, Joao acostumbraba trabajar con una cámara profesional común y corriente: una Canon D70. Sin embargo, en las justas orbitales usa un iPhone que le ‘habla’ y le describe la configuración de la cámara. “Con la cámara obturo totalmente ciego, no tengo ayuda a la hora de hacer ajustes manuales, todo se hace en modo automático. En el celular uso la cámara como lo haría cualquier persona”.
Su trabajo detrás del lente cada vez se hace más reconocido, y en su cuenta de Instagram, con apenas 133 publicaciones, ya tiene más de 7,400 seguidores. La precisión de sus imágenes es tal que nadie sospecharía que quien obtura es una persona con discapacidad visual.