En el México de la década de los setenta se termina el paternalismo de las políticas públicas y la pasividad de los receptores quienes, de ahora en adelante, tendrán la responsabilidad de ayudarse a sí mismos; por primera vez “se habla no sólo de remediar los males, sino combatir las causas de las carencias” (Huerta, 2006). No obstante, esto quedó solo en el papel, ya que la mayoría de las veces, y aún en la actualidad, es visible un cierto paternalismo de Estado hacia poblaciones en situación de vulnerabilidad.
De acuerdo con Siboney Obscura, en el ámbito cinematográfico y con relación a la pobreza, en la década de los setenta se perfilaron tres ámbitos de representación de la misma: una primera cuestión neopopulista en la línea de Nosotros los pobres (1947), otra segunda a partir del enfoque de Los olvidados (1950), y una tercera de falsa denuncia, “visualmente impactante, alegórico o amarillista, usaba recursos del periodismo televisivo (entrevista o encuesta, rodajes en exteriores no artificiales) y pretendía cuestionar la desigualdad social, aunque realmente promovía el conformismo y la resignación” (Obscura, 20015: 48).
En ese contexto, los Estudios Churubusco Azteca produjeron De qué color es el viento (1972), siendo dirigida por Servando González. En esta película una vez más se aborda un tema ya clásico del cine mexicano: la lucha entre ricos y pobres con sus respectivos prejuicios, estereotipos y miedos.
Resumen
El filme se centra en dos familias: la primera es pobre y con varios hijos, viven en los cinturones de miseria donde conviven junto a migrantes del campo que van a la ciudad en busca de una vida mejor; la segunda familia es rica, compuesta sólo por los padres y su única hija. Ambas familias están unidas por la discapacidad visual, pero las separan las cuestiones económicas, sociales y culturales, siendo las madres las que más tienden a enunciar y remarcar en los hijos dicha separación.
En De qué color es el viento se puede observar una ruptura del estereotipo de amor materno incondicional así como de la relación distante del padre. Los padres son presentados más empáticos, amorosos y cercanos a sus respectivos hijos, según sea el caso, por su parte, las madres son mostradas como distantes, frías y alejadas del sentimiento maternal.
Sergio y Eva, los niños con discapacidad visual protagonistas de esta historia, acuden a la misma escuela y ahí se hacen amigos. Su amistad va más allá de lo material; luchan contra sus madres quienes les imponen situarse en su contexto social, económico y de clase. Es como si las figuras de las madres fueran las que tuvieran realmente “ceguera” (metafóricamente hablando) ante la camaradería de los niños, ya que ellos no ven esa separación de clases.
La representación de la pobreza es sintomática. Junto a ella no solo crece la discapacidad como designio divino, sino también el desarrollo del alcoholismo mediante el pulque – mayormente considerada como la bebida de los pobres- el juego y la suciedad; además, se puede apreciar cómo el enemigo del pobre es otro pobre, encarnado en las acciones de los compañeros de juego de Sergio.
De esta manera, De qué color es el viento nos invita a observar no solo la amistad de dos niños con discapacidad visual que trasciende las clases sociales, de los viejos estereotipos del cine mexicano sobre los prejuicios entre ricos y pobres, el México de los setenta y la pobreza, sino también a descubrir, a través de la inocencia del infante que no puede ver, lo imperceptible ante sus ojos… como el saber de qué color es el viento.
Ficha técnica
De qué color es el viento.
Género: drama
Año: 1972
Duración: 95 minutos
País: México
Director: Servando González
Guión: Servando González, Miriam Salinas, Aida Berkman (idea)
Música: Raúl Lavista
Fotografía: Alex Phillips Jr.
Reparto:
Niña: María Andrea, niño: Ahui Camacho, Héctor Suárez, Virma González, Ofelia Medina, María Eugenia San Martín, Enrique Pontón y otros.
Producción: Churubusco Azteca.