Publicado el 26/04/2016
Categoría: Cultura
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Las calles de Londres apenas reciben los primeros días calurosos de primavera. Camino por la Abadía de Westminster, disfrutando los breves momentos de sol, mientras espero que el Big Ben deje sonar sus hermosas campanadas. Es el año de 1956 y a decir verdad, estoy algo nervioso ya que acordé una entrevista con la escritora Agatha Christie en una taberna cercana.

En caso de que no la conozcan, Agatha Christie ha sido nombrada una de las escritoras más vendida de todos los tiempos. Se dedicó principalmente a escribir novelas de misterio y policíacas, entre las que destacan El asesinato de Roger Ackroyd, Muerte en el Nilo o Cianuro Espumoso.

Lo que muy pocos saben es que la aclamada autora padeció de epilepsia toda su vida. Esta fue una enfermedad de la que ella habló muy poco y el día de hoy me gustaría hablar con ella al respecto.

A pesar de que el sol brilla sobre el cielo londinense, dentro de la taberna domina la oscuridad. En una pequeña mesa se encuentra sentada Agatha, sonriente. Usa un vestido de terciopelo verde, el pelo gris recogido y tiene en su mano una pequeña taza de té. A decir verdad, ella misma luce como un personaje más de alguna de sus maravillosas historias, irradiando por igual misterio y encanto. Así empieza la entrevista:

Agatha, ¿podrías contarme cómo comenzaste a escribir?

Claro, nací en el pueblo de Devon, en Inglaterra. Una de las cosas más afortunadas que pueden suceder a usted en la vida es tener una niñez feliz, y mis padres lo lograron. También, insistieron en que yo fuera educada en casa, así que ellos me enseñaron a leer, escribir y un poco de matemáticas. A pesar de que mi madre creía que los niños debían aprender a leer alrededor de los ocho años, yo aprendí a los cuatro.

Debo admitir que ellos también me presentaron el mundo de las bellas artes y me enseñaron a tocar el piano y la mandolina. Además, siempre fui una lectora imparable ¡Recuerdo uno de mis primeros libros: The Adventures of Herr Baby por Miss Molesworth!

Pasó el tiempo y conocí a mi primer marido, Archie Christie. Pero también conocí otro tipo de títulos literarios que me apasionaron, principalmente relatos policíacos y detectivescos. Títulos como Sherlock Holmes de Arthur Conan Doyle, me inspiraron a escribir mi primera novela policiaca en 1920: El misterioso caso de Styles. Al principio, mi novela no fue recibida por varias casas editoriales, hasta que una de ellas me ofreció a publicarla si cambiaba el final. Ese fue el inicio de todo.

Uno sabe que no puede escribir igual que sus autores favoritos y con el tiempo, he aprendido que yo soy yo. Que puedo hacer las cosas y puedo hacerme a mí misma.

Pero, si no es indiscreción ¿cómo ha afectado la epilepsia tu vida diaria o como autora?

Antes de contestar esa pregunta me gustaría recalcar cuán sabios son los perros: se arrastran lejos a un rincón tranquilo y lamen sus propias heridas y regresan al mundo hasta que se sienten bien de nuevo.

Como sabes, a mí no me gusta hablar mucho de mi vida personal, pero en efecto, yo sufro de epilepsia. Y a decir verdad es un tema que trato de nunca tocar, ya que creo que es una enfermedad, que si bien requiere cuidado, no me define. Es más, no me siento sola ya que muchos de mis escritores favoritos, se rumora que también padecieron epilepsia (por ejemplo, Charles Dickens o Edgar Allan Poe).

Muchas otras experiencias me han marcado mucho más que mi enfermedad. Mis dos matrimonios, mi primer novela exitosa El asesinato de Roger Ackroyd, mis viajes a remotos lugares, mis investigaciones… Sólo puedo afirmar cuánto me gusta vivir. A veces he sido sumamente desgraciada y atormentada por el dolor. Pero a pesar de todo, todavía sé con absoluta certeza que el simple hecho de estar vivo es algo grandioso.

La sonrisa en la cara de Agatha realmente estaba brillando. Yo sabía que era momento de terminar mi conversación con ella, pero a Agatha aún le queda por disfrutar un sin fin de experiencias, no marcadas por su enfermedad o por sus debilidades, sino por sus ganas de estar viva y hacer lo que le apasiona.

Agatha Christie murió de causas naturales en 1976, a sus 85 años, dejando un legado de más de 66 novelas policíacas, varias obras de teatro e historias cortas, seis novelas románticas, dos autobiografías, dos libros de poesía y un libro infantil.

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