Publicado el 29/09/2014
Categoría: Perfiles

Una crítica culinaria a través de nuestra entrevista imaginaria a Alexandre Balthazar Laurent Grimod de La Reynière, abogado, periodista y escritor culinario francés (1758-1838).

Hasta en aquellos años aún revoltosos y difusos en la historia de su democracia, ir a París siempre será una excelente idea… Sus calles empedradas, lujosos edificios y por supuesto sus restaurantes y cafeterías, con las puertas abiertas para deleitar a cualquiera que ponga un pie dentro de ellos.

Alexandre Balthazar Laurent Grimod de La Reynière

Es junio del año de 1800, las flores de los cerezos crecen sin saber que en algunos cuantos años Napoleón Bonaparte se convertiría en Emperador.

A pesar de que grandes sucesos ocurrían en esos momentos, no hay duda que siempre ha sobrado el tiempo para el placer y el gran ejemplo es Alexandre Balthazar Laurent Grimod de La Reynière, un hombre extravagante que se ha convertido en mito y el día de hoy lo busco por las calles de Montmartre para escuchar su historia.

He caminado por horas sin ningún resultado hasta que por fin lo veo, sentado en una banca, con un atuendo de terciopelo violeta y una peluca de rizos completamente blancos. Le hablo y no se muestra muy sorprendido de que lo conozca, ya que se ha convertido en un hombre muy famosos por estas fechas.

A pesar de su amable saludo, no pude dejar de reparar que oculta sus manos bajo unos mitones, para así, esconder su sindactilia: sus dedos estaban completamente pegados unos con otros.

Así, le pido permiso para hacerle unas preguntas y sin darle más vueltas al asunto, comenzar mi entrevista:

Monsieur de La Reynière, ¿podría contarme un poco sobre su vida?

Por supuesto. Yo nací en 1758, en el seno de una familia acomodada. Estudié derecho pero debo admitir que esa fue una carrera que jamás me gustó y por eso jamás me dediqué a ella. Lo que siempre quise hacer fue escribir y por ello me dedico a ser un periodista y cronista. Actualmente tengo un hotel en Campos Elíseos: Hôtel Grimod de La Reynière.

Con mi padre siempre llevé una relación un poco difícil, pero es mi deber ser honesto contigo y afirmar que sin él no sería como soy. Desde que era joven no he tenido reparo en los placeres y extravagancias en especial con la comida y mi padre nunca estuvo muy de acuerdo con mi forma de pensar.

Al final de cuentas, los placeres que nos procura la buena cocina son los primeros que se conocen, los que más tarde se abandonan y los que más a menudo se pueden saborear. ¿Podrías decirme lo mismo del resto?

Cuando mis padres estaban ausentes, organizaba en el hotel grandes comidas que, según dicen, han dado inicio a una nueva era de los restaurantes. La gente me conoce como el mejor anfitrión de todo Francia, pues mientras las cenas ocurren, se me han ocurrido detalles como puestas en escena.

De hecho, una vez mi padre regresó a tiempo para ver a un cerdo en la cabecera de la mesa… Tras ese incidente me echaron de mi casa y viví en un convento, donde descubrí el arte del buen comer y abrí una tienda de abarrotes en Lyon, para subsistir.

A los dos años regresé a París, en donde vi a mi padre morir al poco tiempo.

¿Y cómo se ha desarrollado tu carrera de periodista y escritor?

Como te dije, la comida es mi gran pasión, pero la escritura es otra de mis grandes pasiones.

Viviendo en una ciudad que ha visto a mentes tan brillantes como Voltaire o Rousseau es imposible no estar interesado en el periodismo. De hecho fui arrestado por escribir una crítica al sistema judicial.

A pesar de que me encanta el género de la crónica, he desarrollado muchísimo el gusto por la escritura culinaria, en la que logro transmitir mi conocimiento gastronómico a las élites, basándome en mi propio sentido y experiencia que me han colocado como el realizador de las mejores cenas.

De hecho, ocasionalmente organizo catas de comidas en diferentes establecimientos de la ciudad a los cuales critico para ver si son lanzados o están condenados a no existir.

¿Y cómo te ha afectado la sindactilia en tu vida cotidiana o profesional?

Veo que te has dado cuenta de esa situación… Siempre trato de ocultar el problema de mis dedos con unos guantes, aunque debo decir que realmente no tengo ningún problema con mis dedos unidos no me gusta mostrarlos todo el tiempo y que la gente los observe.

No sólo mi excelente gusto por la cocina es famoso, sino también mi sentido del humor oscuro y sarcástico, que a mi parecer se ha desarrollado como un efecto consecuente a mi situación.

Por ejemplo, cuando el señor Robespierre fue decapitado hace 6 años, escribí el evento en un pequeño diario que siempre llevo conmigo para después anotar con frialdad “No ha llegado pescado fresco a París”.

A pesar de eso tengo excelentes relaciones con la alta sociedad que me felicitan en cada cena que ofrezco ya que como siempre he dicho: Un anfitrión que no sepa trinchar y servir es como un poseedor de una magnífica biblioteca que no sabe leer.

Pero en fin, para mi es muy tarde si quiero llegar a tiempo a mi destino. Me despido y espero puedas acudir a alguna de mis cenas próximamente ¡Bonjour mon ami!

Y así se aleja Grimod de La Reynière, un hombre único para su época, verdadero antecesor de las críticas culinarias como dejaría escrito en sus textos parte “El manual del Anfitrión” y por otra “Almanaque del Glotón”.

Si bien tenía una discapacidad, el simpático Alexandre jamás dejó que esta cambiara su exagerado ritmo de vida, único para su época y que dejo una huella imborrable en el tiempo.

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